La esperanza de vida de los adultos con SD ha aumentado mucho en las últimas décadas y la demencia se ha convertido en una de las principales preocupaciones médicas.
Además del envejecimiento prematuro que sufrimos las personas con SD, tenemos una mayor predisposición genética para padecer una enfermedad de Alzheimer debido a la triplicación del cromosoma 21, que es el responsable de la producción de la proteína proteína B-amiloide, causante de esta enfermedad.
Esta sobreproducción de la proteína amiloide es la responsable de que, a la edad de 40 años, la mayoría de las personas con SD presentemos algunos cambios neuropatológicos típicos de la enfermedad de Alzheimer en nuestros cerebros.
Pero esto no significa que todos tengamos síntomas clínicos de la demencia, ni que vayamos a desarrollarla necesariamente. El riesgo de demencia es mínimo antes de los 40 años, sin embargo, a partir de entonces se va elevando exponencialmente hasta alcanzar un riesgo de más del 90% a partir de los 70 años de vida.
Al igual que en la población general, la forma clínica de presentación de la enfermedad en nosotros puede ser muy variada. Son frecuentes la indiferencia, la falta de cooperación, la apatía, la depresión, deficiente comunicación social y alteraciones en las diversas manifestaciones del funcionamiento adaptivo. Más adelante aparecen la pérdida de memoria y desorientación.
El diagnóstico y evaluación de la enfermedad de Alzheimer en nosotros es más complejo y por eso es muy importante el papel de nuestras familias y centros de referencia para una detección precoz y mantener un estilo de vida activo y saludable.